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Tenía quince años cuando monté lo que a la postre sería mi primera incursión en el periodismo. Había cogido gusto a eso de escribir tras descubrir los blogs, pero no encontré mejor finalidad que empezar a contar las cosas que pasaban en mi barrio. Mi primera entrada consistió en contar brevemente la puesta en marcha de una comisaría en mi distrito.

En aquella época no tenía idea alguna de clickbait, de posicionamiento ni de estadísticas, pero sabía que tenía ganas de dar a conocer mi trabajo. Por aquel entonces la red favorita de los jóvenes era Tuenti, que creció como la espuma. Aposté por difundir mi segunda y sucesivas entradas, dedicadas a la programación de las Fiestas del Barrio del Pilar de aquel año, 2011. Para ello utilicé la función «eventos» de dicha red social, y aquella noticia llegó a más de 30.000 personas (aunque estoy seguro de que fueron muchas más, porque Tuenti no dejaba ver cifras superiores a esa). Así generé mi primera punta de tráfico web sin saber ni lo que hacía.

Aquel éxito repentino fue mi criptonita: me gustaba escribir, me pasaba horas documentándome y cada día me leía más y más gente. Cumplí 16 años y no tenía ni idea de cómo funcionaba esto del periodismo, pero para celebrarlo abrí un perfil en Twitter. Era la época del periodismo ciudadano y del 15-M, por lo que la gente que quería informar y estar informada estaba ahí. Amplié mi red de contactos y de información, y lo que empezó como un hobby acabó convirtiéndose en un espacio donde compartir información local: en los cuatro últimos meses de 2011 escribí 72 artículos.

Al año siguiente, con 16 años, entrevisté al concejal de mi distrito, y empecé a contar cosas sobre política local, rueda en la que era fácil entrar para poder sacar información sobre sucesos y actividades culturales o simplemente hacer contactos. La bola se hizo grande tras acabar 2013 con más de 110.000 visitas, y decidí pasar de un sencillo blog a intentar montar un periódico digital. Todo esto, sin ganar un euro -en realidad perdía dinero- y mientras me planteaba mi futuro universitario.

Sí, yo entrevisté a Almeida cuando no le conocían ni en su casa.

Entre 2014 y 2021 han pasado muchas cosas. He pasado por tres carreras universitarias -una acabada y otra por acabar en breve-, he hecho un máster en comunicación, he trabajado en varios sectores y me he formado en varias áreas. Pero en ningún momento he dejado de escribir. Algunas épocas con más ganas que otras, pero siempre he seguido contando lo que pasaba en mi distrito. El periódico llegó a tener 300.000 visitas anuales en su época de mayor esplendor (creo que fue 2018), pero los cambios de algoritmos y otras prioridades fueron dando paso a menor contenido pero de más calidad.

En 2019, tras acabar Economía, me apunté a la carrera de Periodismo. Lo hice por mi terca convicción de querer dedicarme a esto. Tenía la sensación de que si quería llegar a ser periodista tenía que dar los mismos pasos que da cualquiera hasta llegar a una redacción. En todo este tiempo no creo que la carrera me haya servido de gran cosa, pero cursarla al mismo tiempo que un máster me permitió conocer de primera mano algunos de los secretos de este sector y, sobre todo, asumir que la diferenciación es un valor clave.

Por eso estamos aquí. Por eso esta web, este porfolio, esta carta de presentación que me ha costado lo suyo hacer, y con la cual me doy cuenta de que he hecho poco para todo el tiempo que ha pasado. Haciendo repaso a todo me he dado cuenta de que la redacción ha crecido y ya no estoy yo solo: somos un equipo, he probado mil formatos y soportes, me he dedicado al fotoperiodismo, al periodismo infográfico de todo tipo, colaborado en la radio, hecho crónicas políticas, musicales y deportivas; reportajes y entrevistas (menos de las que debería), probado con el copywriting, escrito sobre movilidad y transportes; y sobre todo, he contado la actualidad de cada momento tratando de ponérselo fácil a quienes nos leen, que son los que importan.

Me habré dejado cosas en el párrafo anterior, pero lo que no se me olvida ni olvidará nunca es aceptar que me queda mucho por aprender, y si algo tengo claro en esta vida es que no quiero dejar de hacerlo. Asumo que este oficio no se aprende sólo, y por eso creo que es momento de pasar de ser un periodista primerizo (con diez años de experiencia) a un periodista de verdad, con sus obligaciones laborales, su agenda, su timing, su red de contactos, sus discusiones con los jefes, subdirectores y directores, y su mente y libreta bien abiertas para seguir aprendiendo.

¿Hablamos?