Corría julio de 2017 y habíamos ido a pasar unos días de vacaciones a Benicássim. En aquellos tiempos andaba metido en política y en mi cabeza sonaba genial eso de dedicarme a arreglar el mundo en mis ratos libres. Teníamos reciente el cierre de nuestro instituto -que conté en exclusiva-, probablemente la única lucha vecinal que ha vivido mi barrio en lo que va de siglo. Conseguí contagiar mi entusiasmo a mi grupo de amigos y decidimos fundar una asociación que primero iba a ser juvenil pero acabó siendo vecinal.
Lo primero fue el naming. Ya existía una asociación con el nombre del barrio y sus fines y situación era muy distinta a la nuestra, por lo que decidimos repensarlo. Peñagrande es un barrio donde la práctica totalidad de sus calles hacen referencia a islas españolas y del mundo, por lo que podíamos asociar al imaginario colectivo nuestro ámbito territorial con poco esfuerzo. De ahí nació la Asociación Vecinal Islas de Peñagrande.
Lo siguiente fue la imagen corporativa. Esta fue obra de Iván García, que supo conjugar los valores de la nueva entidad con el territorio de una manera muy sencilla e identificativa. El logo elegido ubica en su interior el perímetro del barrio de Peñagrande según su limitación administrativa, de ahí que no sea un rectángulo perfecto ni simétrico, al estar desplazado su centro y contar con una «muesca» en su parte derecha.
El logo simula la división del barrio en cuatro áreas, separadas por líneas blancas cuyas trayectorias coinciden con los recorridos de las principales avenidas del barrio (Cardenal Herrera Oria y el eje Ramón Gómez de la Serna – Isla de Tabarca – Isla Malaita). Esa diferenciación en cuatro áreas no solo delimita las distintas zonas que componen el barrio administrativo (sub-barrios los llamo yo), sino que permite desarrollar una narrativa que explica por qué el barrio es como es.
Peñagrande, tal y como alguien del Ayuntamiento de Madrid quiso que fuera, es la unión de distintas zonas que se desarrollaron en distintos momentos del tiempo y cuyas características socioeconómicas y urbanísticas son completamente distintas: aquí hay calles que separan rentas altas de bajas, bloques de 200 viviendas con chalets unifamiliares, o pisos levantados ilegalmente en los años 50 con nuevas viviendas que rondan el millón de euros.
Por último, la elección de colores obedece a una necesidad de diferenciarse. En primer lugar, de los proyectos políticos entonces vigentes (cuyos colores eran el azul claro, naranja, rojo y morado), con el fin de mostrarnos como un proyecto sin ideología -y no apolítico, porque una asociación vecinal, dada su condición, siempre va a hacer política-. También para cumplir con los propios valores de la asociación, en su condición fundacional de apostar por lo ecológico, el respeto al medio ambiente y la intención de construir una ciudad más verde. Y en tercer lugar, porque el verde es un color que nos gusta a todos, y los cuatro colores de la gama elegida permiten construir diseños para distintas temáticas y actividades.
La tipografía elegida fue la Helvética, que permite conjugar la seriedad con la originalidad y profesionalidad en el diseño de la cartelería que anuncie los distintos eventos, probablemente uno de los elementos diferenciadores de nuestra comunicación frente a otras entidades menos profesionalizadas.
Una vez tuvimos el nombre y el logo, empezamos a montar las redes. El dominio elegido fue avipenagrande, porque conserva la abreviatura de «Asociación Vecinal» (AV) y el nombre del barrio (Peñagrande), incluyendo la I de islas en medio. El no poder incluir la Ñ cambia por completo el significado del nombre del barrio, pero creo que se sobreentiende. De ese dominio surgieron la web (avipenagrande.es) y todas las redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram y Telegram en un primer momento, luego se sumarían Youtube y Whatsapp (que no tiene nombres de usuario, de momento).
Y aunque era indudable que teníamos que estar en redes, la condición demográfica de este barrio nos obligaba a asumir que nuestro nombre también tenía que estar en la calle. Así fue como en octubre de 2017 hicimos una presentación pública en el centro cultural del barrio y conseguimos un local en el mismo, donde colgamos un corcho con un buzón de sugerencias para los vecinos y una pancarta visible desde el exterior. Posteriormente buzoneamos gran parte de los edificios del entorno y empezamos a hacer actividades, apostando por el boca-oreja. Todas las actividades se acompañaban con una cartelería única creada para cada ocasión y que hemos recopilado aquí.
Pasados cuatro años desde que esta idea se fraguó, es necesario hacer cierta retrospectiva para ver el verdadero alcance de nuestra asociación. En redes sociales nos siguen unas 2000 personas en total, el equivalente al 5% del barrio, mientras que la conversión a socios, al haber cuota de por medio, es bastante más baja. La participación ciudadana es algo que hay que cuidar y regar, y hace falta mucho tiempo y paciencia para conseguir que obtenga sus frutos, pero para ello es indispensable tener una presencia digital consolidada y cuidarla mediante una marca posicionada y reconocible. Creo que en Peñagrande lo conseguimos. Ahora comenzaremos a recoger lo sembrado.