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Corría diciembre de 2020 y yo no estaba pasando mis mejores días. Sólo mis tardes de clase y los cafés al sol de las cinco y media salvaban el abatimiento que causa el temprano atardecer mediterráneo. En una de ellas, Alberto Conejero, que es experto en meterse en líos, me ofreció la oportunidad de sumarme a un equipo de investigación sobre inteligencia artificial que competía en un reto mundial que trataba de predecir el impacto del COVID-19, y como a mí se me lía fácil, acepté.

Admito que de primeras me costó bastante adaptarme a un lenguaje distinto al que suelo utilizar, dado el carácter técnico de la informática y la inteligencia artificial, y tuve que hacer el esfuerzo de volver a ver capítulos sueltos de Person of Interest, el único contacto que había tenido con la inteligencia artificial, pero eso también es parte del oficio del periodista. A cambio tenía absoluta libertad creativa, probablemente una de las cosas que más me gusta tener cuando me involucro en algún proyecto. Mi única imposición consistía en utilizar el nombre del equipo, «Valencia IA4COVID».

Con esa típica ilusión de cuando empiezas algo nuevo, yo me lancé a diseñar y desarrollar la comunicación del equipo Valencia IA4COVID, que por aquel entonces no era ni un equipo, era un grupo de gente trabajando junta, cada una a su manera, desde su casa, sin conocerse y sin mayor objetivo que hacer que corriera un código. Y esto lo digo porque un equipo empieza a serlo cuando hay algo que de verdad los une, y todos ellos trabajaban bajo una marca por aquel entonces prácticamente inexistente a la que pude poner forma. Jugando con la forma que acertadamente dieron Jonathan Nolan y J.J.Abrams a la segunda IA de su serie, «Samaritano», e implantando unos colores tan valencianos como el azul marino y un amarillo fuerte que apela a las naranjas y a la arena, nació el logo del equipo.

Vale, admito que no ha sido mi mejor creación, pero el margen que tenía para jugar con él era escaso. El poder jugar con las letras IA (en castellano, porque en inglés era otra historia) y elegir una tipografía ancha como la Montserrat (muy de moda últimamente) permitía poner todo el nombre del equipo en una balanza donde cualquier metáfora me hacía llegar a la conclusión de que todo encajaba. Y así acabó siendo.

Teníamos el logo, ahora se trataba de pensar la estrategia de comunicación. El concurso era sobre una temática muy especializada, la organización y los equipos se comunicaban mediante Slack y casi nadie, incluida la propia organización, hablaba del reto, pese a que contaba con el patrocinio de Cognizant que había puesto medio millón de dólares para la causa.

Con esas cartas sobre la mesa decidimos focalizar la estrategia a los dos nichos donde podíamos encontrar a la gente especializada con perfiles cercanos a los de la gente que componía el equipo: LInkedin y Twitter. Todos los mensajes serían lanzados en español e inglés, y dado que todo el trabajo del equipo se basaba en hacer funcionar miles de líneas de código, había que convertir todo eso a animaciones, imágenes o mensajes con los que pudiera familiarizarse la (poca) audiencia de por aquel entonces.

Así felicitamos la navidad al resto de equipos.

Nos lo puso fácil la propia competición, que en su primera fase evaluaba los modelos implementados por los equipos con la evaluación día a día de los casos de coronavirus en el mundo, estableciendo un ranking en función del acierto de cada máquina en más de 200 países y regiones del planeta. Como es lógico, nuestro equipo se columpió con varios de ellos (nuestro modelo predecía acabar con toda la población de Túnez o Belice) pero por lo general funcionó muy bien, y empezamos a crear animaciones aprovechando esa clasificación en la que «competíamos» entre todos, de los cuales ninguno tenía redes sociales salvo nosotros.

Así empezó
Así acabó

El primer objetivo estaba cumplido: pasamos de fase. Entre medias, el equipo ganó ciertos reconocimientos que podíamos seguir usando para generar conversación en redes y Slack, en el cual me voy a detener. Tan importante es la comunicación externa como la interna, tanto dentro del equipo como dentro del propio concurso. En esto creo que la organización no estuvo muy acertada, y aunque el objetivo final fuera generar sinergias entre investigadores de todo el mundo, su estilo de comunicación y la diferencia horaria no me pareció el más acertado, creo que necesitan mejorar en ese aspecto.

En cualquier caso, nosotros nos lo tomamos de otra manera, y mientras el trabajo dentro del equipo fluía de manera natural y transparente, facilitado por las reuniones diarias por videoconferencia para conocer los avances y tratar de empujar en momentos de atasco, también fomentábamos una política que surgió de manera espontánea pero resultó acertada: informábamos por Slack a los demás equipos de algunos avances, consultábamos las dudas públicamente, respondíamos a dudas de otros y en todo momento tratamos de mostrarnos como un equipo abierto: aquí no solo participaban los líderes, también otros miembros, y si había eventos a los que ir, íbamos unos cuantos para hacernos notar.

Aquí también hay que hacer mención a la presencia de Nuria Oliver en el equipo, en calidad de líder y en su papel de Comisionada de Presidencia de la Generalitat Valenciana para IA y ciencias de datos, Nuria es una figura conocida en este mundillo, tiene contactos y presencia en medios, y se ha sabido dar a conocer tanto a nivel regional en su papel de experta como a nivel nacional e internacional por su trayectoria profesional.

Su mera presencia facilitaba el acceso y garantizaba una mayor difusión de los mensajes que pudiéramos dar. De esta manera conseguimos entrevistas con periodistas extranjeros especializados, salir en la prensa valenciana o mostrar nuestro trabajo al presidente valenciano, Ximo Puig, que después nos recibió oficialmente en el Palau de la Generalitat. Es lógico reconocer el valor de tener a Nuria en el equipo, que supo hacernos mejores a los demás y sacar lo que podíamos dar. Desde aquí se lo agradezco.

Pero traducir el lenguaje máquina a la gente corriente era difícil incluso para mi, que llevaba un mes empapado de todo esto. Así que optamos por las visualizaciones como manera de enseñarle al mundo nuestro trabajo. Al ser un recurso visual con el que la gente corriente ya está familiarizada, nos permitía demostrar la efectividad de lo desarrollado hasta ahora. De esta manera, Kristina Polotskaya, la reina del Tableau, se encargó de dar forma a un comparador del número de casos frente a las restricciones puestas en marcha en cada momento del tiempo, o a otro que comparaba las restricciones que había puesto cada país en marcha o entre dos de ellos.

Mientras todo seguía su curso, Miguel Rebollo utilizaba sus ratos libres para tratar de explicar la pandemia mediante otro tipo de gráficos, como esta que mostraba el impacto de la pandemia en la aviación mundial, mientras seguíamos tratando de traducir del klingon al castellano sin cobrar lo que cobra Toni Cantó: Manu Portolés diseñó la web del equipo y ambos dimos forma a un vídeo donde tratamos de resumir en un minuto lo que hacíamos al que siguieron varios más.

Y sí, al final ganamos. Y lo celebramos como si hubiéramos ganado la Champions, pero cada uno desde su casa. Y salimos en diarios digitales, radio y televisiones nacionales, así como varios medios internacionales, además de recibir decenas de felicitaciones en redes sociales, como la de Ana Botín; de salir en el informativo diario de Ángel Martín y darnos acceso a explicar nuestro modelo en sucesivos webinars.

Aprovecho estas últimas líneas para poner en valor la necesidad de saber explicar el trabajo que hacemos, porque es un factor diferencial. Es una de esas cosas que aprendí de las clases de Esteban Galán: aprender a diferenciarse con cosas que para el resto pasan desapercibidas. Creo que ganamos el reto por tener un buen modelo y por aplicarse a tiempo real en la Comunidad Valenciana, pero también porque fuimos el único equipo que supo comunicar lo que hacía, que aportó un valor diferencial al reto y que supo venderlo al resto del mundo de una forma fácil de interpretar por personas corrientes, por el jurado, los organizadores y los patrocinadores. Y eso también es un hecho diferencial que el resto de equipos no supieron o quisieron hacer.

Todo eso hubo que gestionarlo, informar del impacto alcanzado y contarlo aquí para que quede para la posteridad.
Porque si un trabajo está bien hecho, también hay que saber contarlo.